domingo, 7 de octubre de 2012

Sur le fil




Por fin la encontré  completa, es increíble como pasan los años y me sigue provocando la misma sensación, exquisita, casi insana, esa sensación en que todo lo demás sobra, la belleza en el caos, la belleza de la locura, de sentir la piel desgarrada,  el alma desgarrada, pero en paz. Paz, hace cuánto que olvidamos el real sentido de esa palabra.
Extraña, loca y enferma sensación que aún me hace sonreír cuando la recuerdo, aún me hace extrañar aquel ritual perverso  y sagrado, sobre mis labios se pasean mis dedos, mis uñas largas, como intentando desgarrar al ritmo del violín, y aunque sé que eso ya no me pertenece o yo ya no le pertenezco a eso, aún en  silencio a veces lo extraño  y lo deseo como al más maravilloso de los  amantes.
Y mientras el violín suena siento hervir mi sangre, siento que todo mi cuerpo late, al borde de explotar en deseos enfermizos, en gemidos temblorosos  y malditos, dispuestos a volver locos al  más cuerdo de los hombres. Mil imágenes recorren mi mente al escuchar  las notas, los acordes me recorren dando mil orgasmos mientras mi alma cae lentamente en el lecho de la muerte, aquel lecho que tanto  extraño, ahora bañada en luz, a veces solo quiero escapar y correr a revolcarme en la bendita oscuridad, entregar mi cuerpo a los demonios otra vez, acariciar mi cuerpo con cuchillos, lamer mis heridas como un perro para luego seguir en el  exquisito ritual, entregarme  mil veces, cortarme mil veces más, dejar que los demonios se regocijen con mi cuerpo.
Mis amados demonios, duele pensar que ya los he abandonado, o ellos me han abandonado a mi, tanto tiempo caminamos de  la mano por valles pútridos, con el hedor de la muerte impregnado  en la piel, y ahora solo me miran desde lejos, como  esperando que en algún momento me canse de la luz y vuelva a nuestras orgías sagradas.
Aprieto los labios y cierro los ojos, siento como las notas reptan por mis piernas, imagino, recuerdo, como se desgarraba mi piel, me entrego a los acordes y me siento como una virgen siendo tomada por primera vez, asustada, excitada, luego el piano, las notas del piano me acarician lentamente como garras asquerosa, y las beso, las acaricio y ruego como en una plegaria que me tomen, que me tome el deseo sobre el lecho de sangre, de mi sangre, entregada para alimentar y excitar a los seres asquerosos que deseo me penetren una y mil veces.
Abro los ojos, todo bañado en luz, no hay demonios, no hay sangre, solo suena una mil veces la misma  canción, mi infierno me abandono, o yo abandone mi infierno, ahora es solo música,  solo una canción, una canción que cada vez que la escucho me hace relamer mis labios, hace hervir mis sangre y me hace extrañar casi con alaridos a mis demonios...

http://www.youtube.com/watch?v=xy7kas_ai8Y