viernes, 6 de noviembre de 2009

Dulce Venganza



Yacías entre mis brazos, tu cuerpo temblaba como el de un niño, una extraña mezcla de emociones, se entrelazaba en tu acongojado ser. La pregunta eterna surgía en tu alma ¿Quedarte entre mis brazos, entre mi extraño amor? O bien, ¿Correr lo más lejos de todo eso, de ese insólito mundo q se alzaba tras de mi? No, no sabias q hacer, mientras buscabas en tu interior respuestas a preguntas inexistentes, yo disfrutaba cada suspiro aterrorizado, cada mirada llena de confusión.
¡Cielos! De q manera te amaba, como idolatraba tu cuerpo, tu mirada única en un mundo común. De q manera misteriosa se apoderaba de mi la locura cada vez q te sentía cerca, cada vez q te creía en los brazos de alguien más. Por eso aquella noche te ate a mi, te entrelace transformando mis brazos en cadenas, mis palabras en candados, y mi amor... mi amor era tu calvario, tu dulce y venerado veneno. Esa noche fue extraña, te sentí llegar diferente, tu silueta bañada por un halo de misterio, tus movimientos eran desconcertantes, y tu mirada era lejana, distante a mi...
¡Entre en pánico! ¡Ya no me pertenecías! ¡Ya tu amor no era solo para mi! ¡Y tus besos recorrían otros labios! Quise morir de amor, morir de tristeza ante tal traición, tu, el ser más bello, tu, el ser al q más amaba me atacabas por la espalda hundiendo la daga y cruzando a mi corazón; quise morir, quise q murieras junto a mi. Te tome entre mis brazos, te bese como nunca lo había hecho, deje q mi piel rozara la tuya, dejando q tu cabeza girara una y mil veces, te hundiste en mi perdiendo el control, solo querías tomarme, solo me querías para ti.
El lecho agitado de sedas y sueños, fue testigo de mi enorme congoja, de la voz en mi interior q me decía a gritos q ya no me pertenecías, q solo mi alma estaba en este juego llamado “Amor”.
Te levantaste con sigilo creyendo q yo aún dormía entre los recuerdos, arropaste tu cuerpo aún hermoso ante mi, diste una última mirada hacia mi y caminaste de manera lánguida hasta la puerta...

Te tome por la espalda, como lo había hecho tu traición conmigo, te ate a mi cuerpo, susurre todas las palabras q yacían dormidas dentro de mi, te dije q te amaba, te dije q te odiaba, q ya sabía todo sobre tus andanzas, q pronto sabría quien era el nuevo arcano de tu amor, te bese mil veces, y lentamente pose la daga sobre tu cuello, aquel q tantas beses desato nuestro amor entre las sabanas; el miedo se hacia presente en tu respiración, pero de todas formas no había intento de escapar, de librar tu cuerpo de mi prisión. Apreté la daga y una pequeña herida se abrió, la sangre comenzó a emanar, roja, dulce, con aroma embriagador...
Rápidamente te lance lejos de mi, tu cuerpo cayo al piso y tus ojos se clavaron en mi, como clamando q no lo hiciera,  implorando olvidar todo y caer junto a ti, llorar un momento sobre tu vientre, tus ojos comenzaron a ser inundados, tu alma también lloraba...

De pronto el tiempo se detuvo entre tu y yo, sentí el suave sonido del filo cruzando la piel, lentamente la sangre comenzó a correr dejando vestigios escarlatas de su paso sobre mis ropas...
Caí al piso ya sin ganas de luchar, mi vista estaba un poco nublada, pero aún te podía observar con la mirada atónita sobre mi, mis latidos comenzaron a enmudecer y con mi último aliento te susurre: “Por siempre te amaré”...

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio