martes, 15 de septiembre de 2009

Ella

Aquella noche ella llego a casa, se sentía derrotada, el mundo pesaba sobre sus hombros, sobre su menudo cuerpo, ya estaba cansada de tener que aparentar siempre que era fuerte, ella solo quería cobijarse entre unos fuertes brazos y llorar largo rato, llorar como jamás lo había hecho en su vida, sentirse protegida un momento y volver a ser la niña que tanto extrañaba.

Apretó un par de botones y las notas comenzaron a sonar de forma mágica. El violín aceleraba su corazón, ella podía sentir el arco sobre las cuerdas cual cuchillo sobre su piel, luego las notas del piano la invitaron a beber, el tintineo de los hielos al caer en el vaso reboto en las paredes de su cuerpo, el whisky le daba la bienvenida a una larga noche, ahora solo faltaba un cigarrillo, de aquellos largos, exquisitos, uno de sus pocos placeres ya, “Placer”, esa palabra que era ya casi desconocida para ella. Cada nota la hacia pensar un poco más en su soledad, se sentó sobre la alfombra pues sentarse en el sillón le provocaba un vacío inmenso.
El humo del cigarrillo formaba miles de formas, amantes danzando en un ritual amoroso y carnal, agitación en sus venas, ella estaba sola, ella no podía danzar, le temía al amor, mas no a la carne. Quiso salir corriendo y revolcarse con el primero que encontrara en la calle, el whisky calentaba su imaginación, su alma y su cuerpo, al mirar por la ventana, la noche y las estrellas la invitaban a ser concubina por una noche. Pero no, no podía, su maldito corazón la obligaba a serle fiel a un maldito fantasma, ella solo quería llorar, mas las lágrimas no aparecían.
La música no dejaba de sonar, su alma en llamas quería explotar, necesitaba escapar, escapar del recuerdo del amor, de la soledad, del deseo y lo principal, de ella misma, no quería ser más ese ser extraño, tan controlado, tan limitado, ella quería gritar, pero no recordaba como hacerlo.
Se levanto con el vaso en la mano y un nuevo cigarrillo en los labios, caminó lentamente hasta llegar frente al gran espejo de su baño, dejo el vaso a un costado de la tina, el cigarrillo colgaba de un extremo de sus labios. Primero se saco las botas, luego desabrocho su pantalón y lo deslizo por sus piernas, se saco lentamente las medias, dejo el cigarrillo junto al vaso, se quito el chaleco, como un ritual fue desabotonando su blusa, cerro los ojos intentando imaginar que eran otras las manos que lo hacían. De pronto se miro al espejo, semidesnuda, se quito la ropa interior y se encontró desnuda, sus pechos pequeños, su cintura pequeña, sus caderas que aún guardaban vestigios de mujer latina, miro su sexo como si solo fuera un recuerdo de vidas pasadas, casi con desprecio. Tomo el cigarrillo de nuevo, se soltó el cabello, los rizos rojos caían como sangre sobre su cuerpo, volvió a beber, por un momento amo la imagen que veía en el espejo, era una mujer hermosa, objeto de deseo para muchos, pero de pronto se odio, odio a aquella mujer de cabellos de fuego, odio aquel cuerpo, pues todos buscaban solo eso, su cuerpo, nadie intentaba llegar a su alma, su corazón se encontraba desolado, pero a nadie le importaba, al final el corazón no se penetra, la furia se apodero de ella, golpeo con fuerza el vaso contra la pared.
Sintió un extraño alivio, algo diferente había en su mano, se miro, la sangre corría, ella lo comprendió de inmediato, tomo un trozo de vidrio, primero hizo un corte no muy profundo cerca de su hombro izquierdo, broto un poco de sangre, un poco de alivio y una lágrima solitaria, corto su ante brazo izquierdo con un poco más de fuerza, más sangre, más alivio, más lagrimas. El violín comenzó a sonar de nuevo, raudo, apasionado, enfurecido, siguiendo su ritmo ella comenzó a cortar todo su cuerpo, la sangre brotaba exquisita, liberadora, pura, por fin su alma sentía algo, por fin las lágrimas bañaban su rostro, era libre, seguía cortándose, la risa se mezclaba con las lágrimas, su cuerpo se transformo en el instrumento perfecto para su sinfonía.
¡Sangre! ¡Lágrimas! ¡Orgasmos! ¡Risas! ¡¡Libertad!!
Era todo perfecto, jamás sintió algo tan maravilloso, ni con el dinero, ni con el éxito, ni con la comida, ni con el sexo, esto era único, sagrado, esto era magia. Ella estaba cubierta de un rojo escarlata, ella era un manantial, una cascada, de sus pechos brotaba sangre, de sus brazos brotaba sangre, de su vientre brotaba sangre, de su sexo brotaba sangre, de sus piernas brotaba sangre y de sus ojos brotaban las benditas lágrimas que ella tanto deseo.
De pronto se sintió cansada, se tendió sobre el piso, su cuerpo en posición casi fetal se reflejaba completo en el gran espejo, se observo un tanto adormilada y se sintió hermosa, perfecta, poco a poco comenzó a dormirse, sus ojos se cerraban solos, ella le sonreía a la hermosa criatura del espejo, y así, sintiéndose perfecta, hermosa y pura se durmió escuchando las suaves notas del piano… y jamás despertó.

1 comentarios:

Blogger Katze ha dicho...

Mi escrito anterior es una no confesión, xD. De algo no muy bueno y q me tenia enferma. Y por lo q veo jamas diré.

Pero bueno, por lo menos escribiendo me desahogue. En fin.

...

Me encanto lo q escribiste!!

...es como cuando uno leee un escrito y kedas como sin palabras, sin aliento...me lo imagine todo el rato y hasta senti la maldita liberación. El correr de la sangre, la intensidad del divino cuchillo.

Buenisimo.

jaja entre al circulo de lokos parece.

Ya mujers, bresoos.

17 de septiembre de 2009, 0:32  

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