martes, 18 de agosto de 2009

Pianista


La recuerdo sentada frente a su piano, las lágrimas caían de sus ojos como una lluvia de diamantes, se sentía frustrada, derrotada por la vida, ya no podía tocar, las mágicas notas se escaparon de sus dedos, los acordes corrían presurosos lejos de su mente y ella solo podía llorar frente a su piano.
Yo la observaba desde la chimenea, su dolor me hería a mi, solo quería que ella fuese feliz mas fue mi amor el que alejo a las musas que danzaban a su alrededor regalándole la preciada inspiración, ella no lo decía, pero yo sabia que en el fondo de su corazón me culpaba de esa carencia de creatividad, de inspiración. Su mejor inspiración era el dolor, el sufrimiento de las almas solitarias y errantes, el sufrimiento de su propia alma que yo había borrado, me lleve el dolor de sus labios y con eso me lleve la hermosa música aterradora de sus manos.
Quería devolver todo aquello que le arrebate sin querer...
Deje mi copa de vino sobre la chimenea, me acerque a ella con paso lento, llegue a su lado, acaricie su mejilla y luego sin pensarlo la golpee, su mejilla se sonrojo de inmediato, me miro atónita con sus hermosos ojos azules cristalinos por las lagrimas, su mentón temblaba, la imagen era tan hermosa, ella encerrada en su dolor, en el pavor que le causaba mi acto, la abofetee de nuevo, esta vez en la otra mejilla, se puso la mano en la cara como si eso detuviera el dolor, se levanto en ademán de golpearme, pero la tire al piso y comencé a patearla como si fuera mi peor enemigo.
-¡¡Toca!!- le grite mientras la levantaba bruscamente y la sentaba frente al piano- ¡¡Toca como antes!! ¡¡Toca para mi!!
Ella se quedo ahí, sentada y solo podía llorar, no lo soporte, la abrace y la bese, le rogué que me disculpara, no soportaba la idea de que me odiara en silencio por haber alejado su amada música de ella, se lo dije y ella solo asintió con la cabeza.
-Tocare para ti hasta el día de tu muerte- dijo y luego me abrazo con fuerza y me beso de la misma forma.
Los días pasaron y yo era presa de la vergüenza por mi acto malsano, pero para ella era como si nada hubiera pasado, mas yo la sentía lejos de mi, como encerrada en una caja de cristal donde yo no podía penetrar. Me disculpe de mil formas y ella siempre dijo perdonarme, me besaba, hacíamos el amor, pero ella estaba como ausente en cada momento, solo sonreía como una muñeca...
Un día al acostarnos, cuando yo ya casi dormía sentí que ella se levanto de la cama, con el oído sentí el sonido de sus pasos, al salir de la habitación, bajar por la escalera y llegar al gran salón donde se encontraba el piano, de pronto, como por arte de magia las notas comenzaron a salir, me sentí tan feliz, me quede en silencio escuchando las hermosas notas que brotaban de lo más profundo de su corazón, pero llego un momento en que el sonido me aterro, las notas sonaban tenues, aterradoras, llenas de odio, de rabia, sentí miedo, ¿ella me odiaba? No lo sabía, solo sabía que ella estaba tocando y que mi corazón me decía que esas notas eran para mi. De pronto las notas cesaron, calme mi respiración y agudice el oído, ella cerraba el piano, subía lentamente los escalones y abría con mucha cautela la puerta de nuestra habitación, su figura era hermosa, tan delgada, tan pálida y su cabello intensamente negro, la luz de la noche la iluminaba y ella se veía hermosa en su largo camisón blanco que se ajustaba de forma perfecta a su figura, se metió lentamente a la cama y comenzó a besarme, sin darme cuenta nuestros cuerpos se entrelazaron e hicimos el amor con una pasión, con una lujuria que no veía presente desde hace mucho tiempo en su piel, esa noche fue maravillosa.
Durante tres noches se repitió lo mismo, sin quererlo sentía miedo, algo presentía en sus notas, en la forma en que los acordes entrelazaban sus emociones, en la forma desesperada en que me tomaba después de tocar, pero no me atrevía a decir nada, por fin sus ojos volvían a brillar como antes, con un pequeño toque de oscuridad en ellos, su cuerpo se transformaba cada vez más en la hoguera que era en un principio, tenia miedo, mas no la podía alertar ni muchos menos alejar de mi, ella era feliz y eso era lo único que importaba.
Un día al llegar del trabajo ella estaba en el piano, tocando de una forma maravillosa, las notas eran mucho más hermosas y aterradoras de lo normal, se veía hermosa en su corsé negro y su larga falda también negra, sus brazos se movían con una gracia única y sus largos dedos parecían solo rozar las teclas, el éxtasis me invadió y solo deseaba besarla, me acerque, la abrace por detrás y bese su hermoso cabello, ella dejo de tocar, se giro hacia mi y nos fundimos en un abrazo que parecía eterno...
Pero de pronto sentí que algo atravesaba mi estomago, el dolor era terrible, la mire a los ojos y ella sonrío, volvió a hundir el cuchillo en mi, la sangre corría como un río furioso, me apuñalo quince veces, me tendió junto a la chimenea, yo me desangraba, ella me beso y dijo...
-Tocare para ti hasta el día de tu muerte...

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