jueves, 2 de septiembre de 2010

Trágica Muñeca




No sé bien que era lo que buscaba en ese momento, solo sé que abría puertas como loca en un laberinto enfermizo de mi mente extraviada en el infinito de la demencia, corría y corría mientras gritaba por ayuda, por alguna señal, por encontrar la puerta que me diera aquello que tanto perseguía, que tan desesperadamente necesitaba, pero que aún no sabía de que se trataba.
De pronto abrí una puerta y me encontré con una habitación iluminada, se respiraba inocencia ahí dentro, se sentía aquella paz que es solo posible sentir cuando aún se es niña, pequeña e ignorante frente al mundo real, en aquella cálida habitación me encontré a una niña de oscuros rizos cayendo sobre sus hombros, vestía un hermoso vestido blanco con una gran cinta rosa, jugaba con una pequeña muñeca, una replica exacta de ella, la pequeña niña giro hacia mi ofreciéndome una gran sonrisa, cubierta por aquella ternura inexplicable que nos producen ciertos niños o animales muy menuditos, me senté con las rodillas flectadas a su lado.
-         ¡Que linda muñequita tienes! – le dije muy alegremente.
-         Lo sé, pero es solo una muñeca – respondió ella con voz de suma tristeza -, jamás crecerá, jamás llorara ni reirá, jamás amará y nadie jamás la amará de verdad, solo la admiraran, halagarán su bello vestido, sus pulcros rizos, su hermoso rostro, pero cuando se cansen de verla simplemente la olvidaran y la dejaran tirada en un rincón cubriéndose de polvo, hasta que un día la encontraran, estropeada por el polvo y la lanzaran a la basura sin remordimiento ni pena alguna.
-         ¿Pero por qué dices eso? – pregunte asombrada, turbada por la expresión fría que se había posado en su rostro al pronunciar estas últimas palabras.
-         Por que es la verdad, eso le pasa a todas las muñecas, pronto lo sabrás, pues cada día te vuelvas más una muñeca, tus rizos, tu rostro, tu figura, tu apariencia cada vez se va tornando más hermosa, más perfecta ante los ojos del mundo, pero por dentro tu corazón se congela, te estás volviendo una muñeca, solo que aún no te haz dado cuenta – sentenció con una mirada burlona, macabra.
Quede paralizada, aturdida por sus palabras y por su aspecto que ahora se tornaba malditamente hermoso, pero a la vez aterrador, era como si toda su belleza se encontrara concentrada en la maldad que sus ojos expresaban. Ella noto mi espanto, lanzo una carcajada espeluznante y se dio nuevamente la vuelta para seguir jugando con su pequeña replica que ahora, a contra luz, parecía más viva que ella misma.

Salí corriendo de aquella habitación que ya no me parecía cálida, sino más bien, tétrica. Seguí abriendo puerta tras puerta sin encontrar nada, solo habitaciones vacías y oscuras, hasta que comencé a escuchar música, intente seguir su rastro, mas por algo ajeno a mi no lo lograba, recordé algo que había aprendido de alguien hace mucho tiempo, cerrar los ojos y solo dejarme llevar por el sonido, sin ver, sin buscar con los ojos, solo con el alma, y de pronto me encontré frente a una puerta distinta a las demás, de aspecto un poco más agresivo, algo llamativo en toda la monotonía de aquel maldito laberinto, al abrir la puerta vi la habitación que estaba iluminada solo por la luz que daba el fuego de la chimenea, en el piso cubierto por una bella alfombra se hallaba recostada una jovencita de alrededor de unos 15 años, tenía largos cabellos rizados, oscuros, esparcidos como si alguien se los hubiera colocado así sobre la alfombra, ella escuchaba una extraña música, estaba como hipnotizada por las notas que venían de un oscuro rincón de la habitación.
-         Acércate tu – me dijo levanto un poco una mano y haciendo un leve movimiento hacia ella – que yo no tengo ganas de levantarme, estoy demasiado cómoda.
Me acerque a ella como me indico, al verla más de cerca me di cuenta que su rostro era muy parecido al de la espeluznante niña de la muñeca.
-         Estoy demasiado hastiada hoy, no sé que pasa, pero creo que todo me repugna – dijo casi en monologo -, no sé que me sucede, es quizás esta maldita música que me envuelve la que no me deja reaccionar – giro un poco su rostro hacia mi levantando una mano y posándola sobre su estomago, tenía un bulto en ella, aterrorizada vi que era la muñeca.
-         ¿Esa muñeca es... es... es tuya? – dije balbuceando.
-         Es hermosa ¿no?, pero también me esta cansando ya, su perfección me da asco, esos malditos rizos tan hermosos, sin ni una sola marca sobre su rostro, sobre sus brazos y sus piernas – dijo mirando sus brazos llenos de cicatrices y heridas recientes -, ella no sabe lo que es sentir, lo que es el dolor y la odio por eso – dijo dejando la muñeca a un lado.
Se sentó sobre la alfombra, me miró con una risa lúgubre dibujada en el rostro y de su bolsillo saco una pequeña bolsita de cuero, al soltar las amarras extrajo de esta una hojilla muy afilada y comenzó a hacerse pequeños cortes en los brazos, soltando una lagrima por cada uno mientras a la vez sonreía como llena de un malsano placer, como si aquello la liberara de un gran dolor.
-         Yo no soy una muñequita perfecta, mi cuerpo está marcado, al cortar brota la sangre, lo que demuestra que estoy viva, que soy real, pero tu ¿Aún eres real o te transformaste en una maldita muñequita fría y sin vida? – preguntó mirando fijamente a los ojos, con un aire inquisidor, para luego tornarse de un aspecto sepulcral y seguir haciendo cortes en su piel.

No soporte ver su sangre cubrir la alfombra y salí corriendo de aquel desagradable lugar. Comencé de nuevo con mi empresa y abría puerta tras puerta, sin encontrar aún aquello que tanto buscaba sin saber de que se trataba, solo sabía que lo debía encontrar fuera lo que fuera. Sin darme cuenta me detuve frente a una puerta muy alta, mucho más que las demás, de aspecto antiguo y elegante, una puerta de suma belleza, la admire un momento y supe que ahí dentro se encontraba lo que tanto buscaba, pero un extraño escalofrió recorrió mi cuerpo, comencé a sentir un miedo inexplicable, como si mis sentidos me advirtieran de algo, mas hice caso omiso, pues no podía dejar ahora atrás aquella necesidad que era la dueña de mi ser, no podía controlar mi actuar, me sentí impulsada a entrar.
Al abrir la puerta me encontré con una habitación exquisitamente decorada, extremadamente elegante, era todo realmente hermoso, como la puerta, la luz era muy tenue, en la chimenea ardía un cálido fuego y se escuchaba el suave crujido de la leña al quebrarse por las llamas. En un extremo cerca de la chimenea se hallaba un gran espejo muy finamente adornado, con marco de oro y extrañas figuras talladas, me acerque pues me sentí llena de deseos de verme reflejada en aquel bello espejo.
Cuando me miré no podía creer lo que veía, mis rizos brillaban como nunca antes, eran realmente perfectos, caían sobre mis hombros con una gracia que jamás había logrado por más que los peinara o los moldeara; mi piel se veía reluciente, sin manchas ni cicatrices de nada, tenia un resplandor especial, distinto, no lo podía creer, estaba encantada, estaba feliz, lleve una de mis manos a mi rostro para tocarlo y ver que todo era real, mas al sentir el contacto de mi piel me estremecí por completo pues mi piel estaba fría, como la de un cadáver, toque mi cuello y se encontraba también frío y no sentía mi pulso, aterrorizada me lleve la fría mano al corazón, pero no sentía mis latidos...
Golpee el espejo con todas mis fuerzas y los trozos cayeron en cientos sobre el piso, mi mano no se hizo ni el más mínimo daño, me espante como nunca lo había hecho, tome un pedazo de espejo roto y comencé a cortar mis brazos, pero la sangre no brotaba y los cortes se cerraban de inmediato volviendo a  dejar mi piel tersa, sin marcas, fría, como si fuera de porcelana, corte mis piernas, mi pecho, incluso mi estomago, pero la sangre no aparecía por ni un lugar, estaba desesperada, aterrada por el maldito espectáculo. Caí al piso, me arrastre, llorando desconsolada, por la alfombra hasta quedar frente a la chimenea, me quede tirada, gimiendo de miedo y haciendo pequeños cortes en mis brazos sin encontrar rastro alguno de sangre, desesperanzada y sin entender nada me dormí al calor del fuego, apretando con fuerza el trozo de espejo contra mi piel...

Cuando desperté me encontraba en un hospital, lo supe de inmediato por todas aquella maquinas conectadas a mi cuerpo, al abrir un poco los ojos y reaccionar algo, note que estaba atada a la camilla, me asuste mucho y de pronto escuche una voz muy familiar junto a mi.
-         No te muevas – era la voz de mi novio -, ya estás bien, los doctores te curaron todas las heridas a tiempo.

Lo mire aterrorizada, una sensación que cada vez me parecía más familiar, le pregunte que había sucedido y lleno de lagrimas me contó todo...
Mi madre sintió un ruido, como si algo de vidrio se hubiera roto, pero no lo tomo en cuenta, pensó que no era en casa pues no escucho nada más, fue solo aquel crujido que duro solo un par de segundos. Horas más tarde se sintió extrañada al no verme salir en todo el día de mi habitación, pero creyó que me encontraba durmiendo por el cansancio de los estudios, o bien, que estaba haciendo ejercicio para verme cada vez más estilizada, o viendo y combinando mi ropa para el día siguiente, pero de pronto se percato que ni siquiera había salido para coger algo de comer y fue a llamarme la atención. Cuando llego a mi habitación lo primero que vio fue el espejo de mi toillet roto en mil pedazos, yo estaba tirada sobre la alfombra frente al calefactor eléctrico, mi cuerpo estaba cubierto de heridas, la sangre empapaba la alfombra y entre mi mano derecha apretaba con fuerza un trozo de espejo quebrado...
Al terminar de relatarme lo sucedido, mi novio me pregunto llorando como un niño:
-         ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te hiciste esto?
-         Por que no soy una muñeca – respondí girando el rostro con la mirada perdida en el techo de la habitación y con una pequeña sonrisa siniestra dibujada en el rostro...

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